‘La muchacha del lago’ regresa al corazón del Mercado de Colón
La escultura de Tonico Ballester vuelve a su entorno original tras su restauración y la mejora del estanque que la rodea
La escultura ‘La muchacha del lago’, una de las obras más emblemáticas del escultor valenciano Antonio Ballester Vilaseca (1910-2001), conocido como Tonico Ballester, ha regresado al Mercado de Colón tras un periodo de ausencia motivado por la restauración de la fuente y trabajos de mejora en el entorno del estanque donde se sitúa.
La pieza, realizada en 1964, había sido trasladada temporalmente al Museu de la Ciutat con el objetivo de garantizar su conservación mientras se realizaban intervenciones técnicas tanto en su base como en el estanque central del edificio. Ahora, vuelve a lucir en una nueva ubicación, más visible y mejor integrada dentro del espacio ajardinado del estanque, lo que permite una contemplación más cercana y favorece su conservación.
Este cambio responde también a una petición de la familia del artista, especialmente de su hija Ana Rosa Ballester, que deseaba una mejor ubicación para la obra de su padre. Según los informes técnicos que han acompañado el proceso, el nuevo emplazamiento es más adecuado tanto desde el punto de vista estético como funcional, ya que facilita el mantenimiento y realza el valor visual de la escultura.
Tras su recolocación, se ha restaurado también la placa informativa original, ubicada en el borde interior de la fuente, protegida tras la barandilla y perfectamente visible desde el exterior, en diálogo directo con la figura de bronce.
Tonico Ballester, formado desde niño en el taller de su padre y luego en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos, fue una figura clave en la escultura valenciana del siglo XX. Su obra refleja influencias del art decó, el vanguardismo y un profundo compromiso social y político. Exiliado tras la Guerra Civil, vivió en México y más tarde en Los Ángeles, antes de regresar a València en 1963.
Con este retorno al Mercado de Colón, ‘La muchacha del lago’ recupera no solo su lugar físico, sino también su valor simbólico como parte del paisaje artístico de la ciudad y de la memoria colectiva.