El amor que venció al barro: dos parroquias unidas por Catarroja
Cuando el desastre llegó, la caridad hizo protagonistas a las parroquias de Santiago Apóstol y María Madre de la Iglesia en Catarroja
Cuando las aguas de la DANA anegaron Catarroja, pocos imaginaban que, de entre el barro y el silencio, surgiría una corriente aún más poderosa: la del amor al prójimo. Desde los primeros días, la parroquia Santiago Apóstol de Valencia junto con María Madre de la Iglesia en Catarroja se lanzaron sin titubeos a socorrer a los afectados. Lo que comenzó siendo una pequeña iniciativa de voluntarios se transformó en una misión que movilizó a cientos de personas y donaciones procedentes de toda España.
Una red de solidaridad se puso en marcha desde las parroquias de Santiago Apóstol y María Madre, coordinada por sus párrocos, Vicente Carrascosa y José Vicente Alberola. Detrás de ellos, centenares de jóvenes venidos de toda España, familias enteras, sanitarios, psicólogos, terapeutas ocupacionales, electricistas y albañiles unieron sus fuerzas para reconstruir no solo hogares, sino también vidas.
En esos días de incertidumbre, la caridad se hizo visible en cada gesto. Miles de personas recibieron alimentos, ropa, medicinas, asistencia psicológica y espiritual. Pero, sobre todo, recibieron algo mucho más profundo: la certeza de no estar solos. Los voluntarios —muchos de ellos jóvenes— ofrecieron su tiempo, su esfuerzo y su alegría con una entrega desinteresada que desbordaba toda lógica humana. Como recordaba San Juan Pablo II, “el amor siempre vence”, y esa verdad se hizo palpable en cada acción de ayuda, en cada casa limpiada y en cada abrazo dado.
Santiago Apóstol y María Madre se convirtieron en el centro neurálgico de la ayuda, en un ejemplo vivo de lo que significa una Iglesia viva en movimiento. Desde allí se organizaron repartos de alimentos, atención sanitaria, visitas domiciliarias y apoyo emocional.
En medio del barro brotó la esperanza. Y esa esperanza, nacida del amor, ha demostrado que cuando Dios toca el corazón de sus hijos, ningún desastre es más fuerte que la caridad que los une.
